¿POR QUÉ LOS DEMÁS PADRES Y MADRES EDUCAN MEJOR QUE YO?
Cuantas veces nos hemos hecho esta pregunta en nuestra labor de crianza y educación, principalmente en situaciones límite. Un ejemplo, ante una rabieta de nuestr@ hij@ en plena calle, nos pasa por la mente el pensamiento automático: “Todos están pensando que no me hago con él/ella. A l@s demás no les pasa. Debería saber qué hacer”.
Pues tranquilos que esto es un efecto psicológico de nuestro pensamiento que se llama sesgo de comparación y os vamos a contar algunas cosillas del mismo. Los sesgos cognitivos son un término psicológico que se refiere a los atajos mentales en nuestro pensamiento que nos llevan a percibir la realidad de forma distorsionada. La complejidad de nuestra mente y de nuestra percepción de la realidad genera algunos pensamientos automáticos, rápidos que, en algunas ocasiones no favorecen que optemos por la mejor solución posible, sino que nos dificultan el procesamiento de la información que recibimos ya que conllevan sentimientos negativos, de bloqueo, culpa, angustia… lo que viene siendo que nos sentimos mal por ello.
Para entendernos, en la situación “extrema” de rabieta de libro ante la puerta del colegio, el pensamiento más adaptativo sería algo así como “esto es una rabieta, es frecuente que pase con esta edad, voy a ser capaz de mantener yo la calma y pensar como la gestiono de la mejor manera posible para el niño”. Entonces, ¿por qué nuestra mente no suele generar este pensamiento? Porque ante la ansiedad que nos produce la situación es más fácil que tire por el atajo más rápido y utilice métodos no rigurosos de captación y análisis de la información para simplificar la toma de decisiones.
El concepto de sesgo cognitivo fue introducido por los psicólogos israelíes Kahneman y Tversky en 1972. Cada segundo tu cerebro ejecuta millones de procesos mentales. La probabilidad de que algún sesgo cognitivo influya en tu comportamiento es alta, y, por cierto, ocurre con toda naturalidad. Desde entonces se han descrito unos 200 tipos de sesgos cognitivos. Pero hoy escogemos el sesgo de comparación y en especial cómo nos afecta a la labor como padres o madres. En futuras entradas del blog iremos abordando otros tipos de sesgos.
¿Por qué ocurre el sesgo de comparación concretamente? Los humanos somos seres sociales, por tanto, evaluamos nuestras propias opiniones, capacidades y habilidades comparándolas con las de los demás. Realmente es algo útil, nos permite aprender de las experiencias de los demás y nos da una referencia de comportamiento en situaciones de alta incertidumbre. Pensemos en otro ejemplo, llegamos a un lugar público muy concurrido y naturalmente tendemos a dirigirnos donde observamos que van los demás. Nos da una referencia y generalmente es el camino adecuado.
Sin embargo, en esta comparación continua, si aparece el sesgo o error de interpretación es habitual que salgamos mal parados. Por ejemplo, llego a un evento al que estaba inseguro sobre la forma de vestir y mi atención se va a dirigir inevitablemente a los que llevan un atuendo contrario al mío, aunque sean minoritarios, por lo que me voy a sentir más inseguro aún.
“Si los demás padres le dejan tener móvil, yo también debo hacerlo”. En consulta suelo comprobar este sesgo frecuentemente. De la frase de los padres “Todos los de su clase ya tienen móvil, no se va a quedar él aislado”. Al análisis objetivo de la realidad con el adolescente: sólo sabe de unos cuantos que lo tienen, es capaz de decirme algunos nombres de los que no les dejan y de los demás, ni idea”.
Con frecuencia este sesgo nos lleva a tomar decisiones que tiempo después nos damos cuenta que pasaban por encima de criterios educativos o valores claros que teníamos como familia. Insisto en que está bien tener una referencia y un apoyo social en otras personas que están pasando por la misma situación. Pero es recomendable que nos tomemos el tiempo para analizar, lo más objetivamente posible los pensamientos que nos llevan a tomar las decisiones importantes. Igual que en la situación de la vestimenta en un evento, seguramente me estoy comparando de manera sesgada, buscando los ejemplos selectivamente. La clave puede ser: si esa comparación nos genera un sentimiento negativo (culpa, miedo, angustia, vergüenza..) es muy probable que la comparación esté sesgada.
Busquemos criterios objetivos y razonados. En la labor educativa, es preferible guiarnos por algunos criterios propios y dar coherencia a las diferentes actuaciones a dudar excesivamente y perder la sensación de control de la situación.
Podemos proponerte el siguiente ejercicio: 1. Escribe el pensamiento tal y como pasa por tu cabeza. “Mi hija tarda mucho en hacer los deberes, sus amigas van a más extraescolares y siempre los llevan hechos quedándoles más tiempo libre” Podemos pararnos a dar nombre al sentimiento que nos genera: “Frustración, enfado, agobio”. 2. Después puedo hacerme las siguientes preguntas “¿Puedo probar que ese pensamiento es verdadero, tengo pruebas que TODOS sus amigos tienen más tiempo libre y son más rápidos haciendo los deberes?, ¿Puedo probar que es algo real y tengo que pararme a analizarlo para buscar solución?”. 3. Entonces buscaré soluciones. Se me puede ocurrir: Hablarlo abiertamente con las otras familias de referencia, hacer un registro más exhaustivo del tiempo que tarda mi hija en hacer deberes durante un periodo concreto y quizá la más útil: pedir opinión a su tutor/a si la ve despistada, lenta, excesivamente perfeccionista. Tendré algo más concreto y objetivo sobre lo que buscar soluciones o simplemente manejar mi preocupación personal con ese tema.
Intentar buscar referencias profesionales, suele ser la mejor opción. Tanto para evaluar objetivamente la situación de tu hija/o , como, si en tu papel como educador/a necesitas asesoramiento o analizar si tus sentimientos de inseguridad se deben a sesgos cognitivos. Los profesionales de la psicología podemos ayudarte a averiguarlo.